Del día 22 de diembre, del 2 de enero o de la primera noche de campamento

Hay días en el año que tienen un sabor particular que, por reiterado, acaban incluso por constituir una tradición.

Su frecuencia generan un ritmo en el que nos queremos sumergir porque terminan por incrustarse en el mosaico de nuestras costumbres, ritos y recuerdos que configuran una biografia.

Así, el 21 de diciembre buscamos el sonsoniquete de los niños de San Ildefonso para soñar con su mantra en que este año sí que nos tocará. La música, interrumpida por los sobresaltos de los premios va disipando una efímera esperanza que nos avoca al día 22, jornada en la que el periódico constata que este año tampoco ha sido el nuestro y nos recuerda el valor de frases como "lo importante es la salud y la familia".

Pocas jornadas después, el final del mes invita a la mirada retrospectiva, al balance y el recuerdo de aquellos acontecimientos que hicieron distinto ese año. Inevitablemente, junto a los logros, se evidencian los proyectos inconclusos y los que ni siquiera fue posible emprender.

Así, las primeras fechas de enero nos regalan la exquisita esperanza de que el nuevo año sera por fin el definitivo: "en este sí lo lograré", "este sí que será mi año...".

En esta cadencia, el verano y los rigores del calor, inauguran el periplo de actividades de tiempo libre y, con ellas, un día especial con independencia de la fecha concreta.

Se trata de la primera noche de un campamento, del que tiene lugar en Gredos, en Pirineos o en el valle más desconocido; del que se celebra en julio, en agosto o en fechas más originales...

Es la noche que dictamina el final de los nervios del comienzo, de los meses de preparación, de la preparación de las mochilas y la inquietud y la ilusión por la actividad que iba a comenzar.

Es una noche en la que después de la intensidad de los últimos preparativos, de la tensión por los papeles, de las emociones por los amigos nuevos y por aquellos con los que celebramos el reencuentro... aparece con el cansancio una sensación de ausencia.

En la noche, tras la velada, el silencio permite constatar un vacío. Un espacio que se percibe en lo más profundo del corazón. Su percepción no es negativa: por el contrario, y esa es la paradoja, se trata de una ausencia dulce.

Es la constatación de que, por primera vez en muchos meses; para los más pequeños del campamento, por primera vez en su vida; la jornada termina alejados de su casa, de su entorno, de sus referencias...

La primera noche de un campamento se ofrece, por eso, como regalo, como una ventana abierta a la verdad, al reconocimiento de aquellos a los que necesitamos, de aquellos a los que en ocasiones no sabemos valorar por cotidianos...

La primera noche de un campamento tiene su sede en la campa, pero también en los salones de cada una de las casas de las familias que participan. Los pasillos, la cocina, rezuman un silencio contundente, un vació que da sentido a la palabra hogar y que ahora emerge como patente.

Por eso, en la primera noche de un campamento, en la recogida del día se intuyen miradas perdidas dialogando con esa sensación interna de sana ausencia...

En la primera noche de un campamento, orientamos las miradas perdidas hacia el cielo para observar las estrellas y la belleza de la luna. El entorno es distinto pero las estrellas son las mismas perceptibles desde Tres Cantos.

Y las que tú puedes contemplar desde tu terraza, las mismas que estamos disfrutando en Santiago de Aravalle.

Por eso, es tradición, en la primera noche del campamento, buscar una estrella y condensar en ella un mensaje.

Así que si en tu casa en Tres Cantos hoy preside esta extraña y paradójica sensación de vacío, busca una estrella en la que tu hija o tu hijo ha condensado un mensaje que habla de que en esta noche se percibe con especial nitidez la importancia de lo que, por cotidiano, a veces no es fácil valorar.

La importancia de un hogar que no es solo una dirección postal; sino el espacio sagrado donde es posible ser uno mismo. La importancia de unos hermanos que no son, ni mucho menos, los competidores en el turno de baño; sino los compañeros en el sendero de aprender el arte de la vida. La importancia de unos padres que no son, ni mucho menos, el continuo sonsoniquete de la advertencia; sino el nido donde la seguridad y la ternura permiten crecer como persona.

A buen seguro, sabrás cuál es la estrella que tu hij@ ha escogido para ti.


Comentarios

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  2. Preciosa reflexión, buscaré la estrella que me pertenece y me conectará con Marta cada noche y rezaré para que disfrutéis al máximo de todos los momentos . Gracias

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  3. Esta noche nos uniremos a vosotros cuando levantemos la mirada al cielo. Dios os bendiga.

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